Garnacha: esta es la uva tinta más extendida en la península por su fácil cultivo y buena producción. Se cultiva además en el norte de África y en California, así como también en el Rosellón, el Ródano y la Provenza. Existen muy pocos vinos en España que no contengan algo de garnacha, ya que se trata de un buen complemento para mezclas equilibradas, a las que aporta cuerpo, frutosidad y carnosidad. Se puede apreciar, cuando cuando sus vinos son muy jóvenes, una sensación a fruta silvestre. Es la caracteristica de los vinos de Toledo, Navarra, los vinos baratos de la Rioja y Cataluña, y los vinos de Aragón, los cuales tienen ese sabor inconfundiblemente ibérico. Los vinos de garnacha tienen una maduración brusca, tendiendo a oxidarse, a enranciarse levemente al cabo de permanecer cuatro años en botella. Por eso, tradicionalmente se ha utilizado para vinos rancios y de postre. Al paladar, el vino garnacha es generalmente poco ácido, con cuerpo alcohólico, a veces con mucha aspereza, pero siempre con la sensación a frutas silvestres maduras, muy tocadas por el sol. El color es granate, ligeramente amoratado cuando son jóvenes, y algo más claro cuando llevan algunos años en botella.
Tempranillo: esta es la uva noble por excelencia. El hábitat del tempranillo se sitúa principalmente en la Rioja. En la zona de la Ribera del Duero se llama tinto del pais o tinto fino. En Cataluña se cultiva bajo el nombre de ull de llebre. Es también la cencibel de la Mancha o el tinto Madrid de la zona de Arganda-Colmenar de Oreja. La tempranillo proporciona vinos de calidad y de largo envejecimiento por su escaso nivel de oxidación. El sabor es muy afrutado, de carácter neutro y con rasgos a fondos de moras. Su color es el característico rubí. Son vinos de una gran finura y, aunque no de gran carácter, con equilibrio entre cuerpo y acidez. El ciclo de este vino, al ser más largo, permite que envejezca en barricas y pueda conservarse mejor en botella. Aunque su producción es menor, ofrece más calidad que las uvas de fácil cultivo.